Columna de Valentina Alazraki

150 vuelos acompañando a un papa

Septiembre 2019
Star News - 150 vuelos acompañando a un papa

Recuerdos y aniversarios: un recorrido por las anécdotas que se viven en el aire.

Queridos lectores, no sé cuántas horas de vuelo hayan acumulado ustedes, pero en esta ocasión quiero compartirles mi vuelo número 150 acompañando a un papa.

Llegué a esta meta que me dicen complicada de alcanzar por parte de las nuevas generaciones de periodistas, quienes difícilmente se quedan durante tantos años en la misma empresa o en la misma fuente, tras haber realizado cien viajes con San Juan Pablo II, 23 con el ahora papa emérito Benedicto XVI y los 27 del papa Francisco.

La suerte quiso que el aniversario 150 me tocara durante el viaje a los Emiratos Árabes, un país que no había visitado con anterioridad, lo cual me llenó de alegría porque en todos los países en los que estuvieron Benedicto XVI y el papa Francisco, había estado ya con Juan Pablo II.

En el vuelo de ida hacia Abu Dabi, unos compañeros le informaron al papa que ese era mi vuelo papal número 150, por lo que —cuando me saludó— me comentó que había que celebrarlo con un pastel. 

Dicho y hecho, al volver a Roma, cuando pasó a nuestra cabina para la tradicional rueda de prensa, el papa Francisco, con su habitual sentido del humor, comentó que le habían dicho que era mi cumpleaños 150 y que la verdad estaba sorprendido porque no me veía tan “momificada”.

“Con un amigo así…” —pensé en mis adentros— pero la ocurrencia nos sacó a todos una sonrisa. Curiosamente en ese momento se acordó de mi sangre un poco mixta, ya que mis abuelos paternos eran turcos y mi mamá italiana, por lo que comentó —riéndose— que si fuera a sacarme sangre pondría en apuros al hematólogo.

Después, el papa volvió a su cabina y todos nosotros nos pusimos a la espera del pastel que nunca llegó. Fue el misterio del viaje, porque algún miembro del séquito papal vino a nuestra cabina a preguntar si nos habían dado el pastel, porque a ellos no. Nosotros estábamos seguros de que no nos había tocado porque se lo habían dado a ellos, pero aparentemente no fue así. La verdad nunca entendimos quién se lo había comido. Bueno, lo que cuenta es la intención.

Habíamos corrido con mejor suerte, en ocasión del primer pastel que me tocó recibir de un papa en un vuelo. La iniciativa también nació del papa Francisco debido a mi cumpleaños número 60, que celebré al volver de Filipinas.

Aquella vez, Francisco se presentó en nuestra cabina con un pastel blanco y decorado con rosas amarillas —los colores del Vaticano— y una vela con el número 0, sin más, lo cual le agradecí mucho aunque mi edad es muy fácilmente deducible porque ni modo que hubiera cubierto el pontificado de Juan Pablo II en el kinder.

De todas formas, para evitar que mis compañeros sacaran cuentas, dijo con mucha convicción: “Ha llegado al Vaticano de pequeña, muy pequeña”. Nadie se lo creyó, pero todos fingieron hacerlo y el papa los invitó a cantarme feliz cumpleaños y nos sorprendió que él también lo hiciera, ya que nunca canta porque dice que no tiene oído musical.

En esa ocasión la azafata sí paso con el pastel y todos pudimos saborearlo. Puesto que se suele decir que no hay dos sin tres; a esperar ahora mi tercer pastel papal.